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miércoles, 4 de julio de 2012

Compromiso

La primera acepción del diccionario para este término es “Obligación contraída”. Creo que nadie pondrá en duda de que, en la Empresa, cualquier persona, con independencia del puesto que ocupe, contrae una serie de obligaciones. Y también resulta que, en este contexto, “contraer” significa “asumir”. Por lo tanto, un compromiso es una “obligación asumida”. Y la clave reside en si esta obligación se asume de forma natural, basada en el propio convencimiento o de forma forzada.

El compromiso, mejor así
Personalizaremos aquí el compromiso en “la Dirección” que es a quien le corresponde ejercer el liderazgo, aplicando, en el ámbito de la Empresa, los principios generales expuestos para el ámbito personal, en “Yo, mi propio líder” y los particulares expuestos en “Líder o Caudillo”, donde queda claro que los compromisos (las obligaciones) deben ser aceptados consciente y voluntariamente. No podemos asegurar la voluntariedad de aceptación de sus obligaciones para todos los integrantes de la Empresa. Sólo podemos recomendarlo. Pero, en el caso de la Dirección, los compromisos deben asumirse de verdad, con convencimiento y, lo que es más, hacer pública ostentación.

Resulta también evidente que las obligaciones contraídas por la Dirección (1), son innumerables. Por lo tanto, vamos a destilar las necesarias (pero no suficientes) para propiciar un entorno de Calidad y Excelencia. Son las siguientes cinco:

En primer lugar, debe asumir que “El cliente es lo importante”, lo que se resume en el elemental principio de lógica aristotélica de que "si no conoce los requisitos del cliente, no podrá evaluar su cumplimiento".

En segundo lugar, ejerciendo el liderazgo, debe establecer la “unidad de propósito”, definiendo la Política (objetivos y acciones concretas a corto plazo), la Misión (“Quiénes somos”: propósito, fin o razón de ser de la existencia de la Empresa) y la Visión (“Adónde vamos”: el camino al cual se dirige la Empresa a largo plazo. El rumbo para orientar las decisiones estratégicas de crecimiento y competitividad). Muy mal le irá a la Empresa si la Dirección no tiene claros estos tres conceptos. Y, en el supuesto de que los haya establecido, si no los hace públicos.

En tercer lugar, “Pensar antes de actuar”. Es decir, Planificar (con mayúscula). Esto implica establecer objetivos, que sean razonables y planificar su cumplimiento. Es decir: pensar cómo se van a conseguir estos objetivos y cómo se van a cumplir los requisitos del cliente.

Puede que no establezca formalmente objetivos. No me voy a cebar en ello. Pero no creo que no los tenga. Si le parece, quédese con los suyos (por definición, debe tratarse de objetivos estratégicos). Pero ¿por qué no poner objetivos al resto de la Empresa? Y, si existen los objetivos, ¿se preocupa de facilitar su obtención? Porque no creo que espere que se consigan solos (2). Además, deben ser medibles. Es decir, que se pueda verificar su cumplimiento (3). Todas estas cuestiones son también extensibles a los requisitos.

En cuarto lugar, determinar adecuadamente las responsabilidades y comunicarlas, asegurando la eficacia de los procesos de comunicación interna.

No cumplir esto es causa de males sin fin. Es preciso recordar que no es suficiente con determinarlas (definir qué hace cada cual) sino que es preciso comunicarlas (es decir, que se entere el interesado). Y, sobre todo, no olvide el principio de Peter (4).

En cuanto a la comunicación interna, debe ser de calidad (es decir, eficaz, que consiga lo esperado). Al igual que en una transmisión telefónica, radiofónica o televisiva, si no lo es, aparecen ruidos y perturbaciones. En el mejor de los casos, puede ser formalmente perfecta (nos referimos a la sistemática establecida) y fallar en su aplicación (5). La comunicación interna es el sistema circulatorio de la Empresa. Por lo tanto, asegúrese de su eficacia.

Hasta aquí, hemos tratado las tareas que pueden delegadas. Es suficiente con que la Dirección demuestre su compromiso mostrando su preocupación por su ejecución y la correspondiente supervisión. La quinta, la siguiente, no es delegable.

En quinto lugar, hay que revisar el sistema para asegurarse de su adecuación a la política y a los objetivos y evaluar la necesidad de cambios y las oportunidades de mejora. Y esto es lo único que es responsabilidad directa de la Dirección. No es delegable.

No tenga pereza. Revise el sistema. Detenga su alocada actividad y verifique el estado de su Empresa. Con una frecuencia razonable. Digamos, una vez al año. Evidentemente, una Empresa sin política ni objetivos no lo necesita. Pero, si éste es su caso, no podemos menos que compadecerle. Perdone la expresión. Toda Empresa tiene política y objetivos, aunque algunas no lo sepan. La responsabilidad de la Dirección es hacérselo saber. Y no debe olvidar que la política y los objetivos de una Empresa tienen caducidad. Por esto es necesaria la revisión.

Este es todo el compromiso que es condición necesaria para propiciar un entorno empresarial favorable a la Calidad y la Excelencia. Todo empieza por aquí. Lo demás es accesorio. Si alguno de estos cinco compromisos de la Dirección falla (o se asume como una formalidad o una obligación) todo lo demás caerá como un castillo de naipes.

 ”A menos que se haga el compromiso, sólo hay promesas y esperanzas, pero no hay planes”
(Peter F. Drucker)
 “El compromiso individual hacia un esfuerzo de grupo. Eso es lo que hace que un equipo trabaje, una  compañía trabaje, una sociedad trabaje, y una civilización trabaje” (Vincent Lombardi)

1 – No tiene porqué ser unipersonal. Puede ser colegiada.
2 – Nunca sucede. Aunque se lo parezca, se han consumido recursos ocultos y, lo que es peor, no previstos.
3 – Por ejemplo: “Ser el líder del mercado” sólo puede ser aceptado como objetivo si la Empresa tiene la posibilidad de verificarlo de manera fiable. Si esto no es posible, más que un objetivo es una ”fantasmada”. Nunca se podrá demostrar.
4 – “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia” (Lawrence J. Peter).
5 –  “Si algo puede salir mal, saldrá mal” (Edward A. Murphy Jr.).  Esta sabia ley es el antecedente real de conceptos como diseño defensivo, acción preventiva o “poka yoke” (a prueba de errores).

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